Indígenas y campesinos siguen en medio de los enfrentamientos entre el Ejército y las Farc. Los más afectados son los habitantes de los municipios de Toribío, Jambaló, Corinto, Miranda y Caloto.
Los indígenas del Cauca solo se defienden con la Guardia Indígena que no usa ningún tipo de armas, solo bastones. Foto Semana |
Las escenas cada vez son más preocupantes. Guerrilleros del frente sexto de las Farc bombardean caseríos en el norte de Cauca con ‘tatucos’, que son explosivos hechizos. Los ataques desencadenan la reacción de militares adscritos a las brigadas Tercera y Vigésimo Novena, que custodian la zona. En la mitad del fuego está la población inerme.
Ya van varios días de combates en algunos poblados de los municipios de Toribío, Jambaló, Corinto, Miranda y Caloto. “Ha sido una cosa sin mayor prevención. De repente, quienes están en sus parcelas trabajando sienten que se inician los enfrentamientos”, cuenta Rafael Coicué, de la Asociación de Cabildos Indígenas del Norte del Cauca (Acín).
“Los niños se asustan mucho. Por eso, nos toca irnos de las casas y no volver hasta cuando haya calma”, cuenta una mujer, cargando a su bebé.
Los indígenas ya saben que cuando están en peligro deben salir corriendo hacia refugios en sitios definidos con anticipación.
Pero no siempre alcanzan a llegar. El pasado 6 de mayo, murieron las indígenas Patricia Noscué Ulcue, de 20 años, y Luz Edith Taquinás Ipia, de 18, en el resguardo Tacueyó, en Toribío, como consecuencia de los enfrentamientos entre guerrilleros y militares.
En ese mismo combate quedaron heridos:
Reinaldo Meza Medina, de 21 años.
Andrés Darío Meza Taquinás, de 11 años.
Yorman Daniel Largo Vana, de 13 años.
Ledy Johana Ulcue Largo, de 16 años.
Rosa Elena Ipia Peteche, de 54 años.
Mirian Yatacue Ipia, de 32 años.
Orlando Gualiche Sandoval, de 49 años.
Además, el enfrentamiento impidió durante más de diez horas la posibilidad de que estudiantes y profesores pudieran ir a la escuela en Tacueyó.
Los refugios a donde van los indígenas son territorios neutrales, donde nadie puede entrar con armas y en sus alrededores tampoco se pueden presentar enfrentamientos que pongan en peligro a los refugiados. Eso está regido, incluso, por normas y reglamentos internacionales.
Pero estar allí tampoco es garantía de tranquilidad. “Las Farc y los militares están entrando a estas zonas”, denuncia el indígena.
La escuela de la vereda Pajarito, de Caloto, fue declarada refugio. Allí, indígenas voluntarios iniciaron actividades de juego para los niños. Con ellas, intentan mitigar los temores que les han causado las explosiones y los disparos.
Presencia histórica
El lugar donde se están presentando los enfrentamientos ha tenido permanente presencia de los guerrilleros desde los años 60. “Siempre han estado aquí y eso no hay que negarlo. Las autoridades indígenas habían planteado que ellos respetaran a la gente, que no reclutaran niños y que podían pasar por el territorio, pero no quedarse en él. No podían acercarse a las escuelas, ni a los sitios de reunión de los indígenas, ni instalar campos minados. Ese era el protocolo y ellos a veces lo respetaban”, cuenta Coicué.
Pero todo empezó a cambiar desde el 11 de noviembre del año pasado, cuando luego de que el Ministerio de Defensa anunciara 14 medidas para atacar a las Farc en Cauca. y las Farc reaccionaron sin distingos.
“Después de eso, no se tuvo en cuenta recomendación alguna. Los guerrilleros nos dijeron que estamos en guerra y todo lo que se haga serán actos de guerra. Los más afectados somos nosotros”, dice Coicué.
En este nuevo episodio del conflicto en el norte de Cauca, las Farc mantienen su presencia en las zonas rurales, pero también han ubicado algunos de sus hombres en las zonas urbanas.
Su tarea es mimetizarse entre los civiles y hacer labores de inteligencia para tratar de detectar a posibles colaboradores de la fuerza pública. También, analizan el territorio para planear ataques contra el Ejército y la Policía.
En las zonas de retaguardia, las Farc están sembrando minas que les aseguran su repliegue ante posibles persecuciones del Ejército.
En ese escenario, los indígenas han denunciado la suplantación de su guardia por parte de guerrilleros de las Farc. La situación se hizo evidente después de que militares del Batallón Pichincha dijeron que en el municipio de Corinto “miembros del Cabildo y la guardia, portando bastones de mando, estaban interfiriendo y dificultado operaciones militares en las veredas del Jagual, Bella Vista y el Tablón, y que además en un sitio llamado La Cominera, el Cabildo no había permitido mover el cadáver de un guerrillero dado de baja en operación militar, situaciones que suponían por parte de la fuerza pública una colaboración de los indígenas con la guerrilla”.
“Somos neutrales”
Ese comentario de los militares llevó a las autoridades indígenas a insistir en que la orden es no intervenir, ni vincularse en el conflicto, y mantenerse neutral. Cualquier anomalía se le debe reportar al Cabildo y ningún indígena debe actuar individualmente, sin autorización. Esa es la consigna.
Pero así como los líderes indígenas no aceptan la colaboración con la guerrilla, ordenan que tampoco se haga con la fuerza pública, pues necesitan mostrarse neutrales en aquella zona de enfrentamientos.
Por eso, rechazan también que los militares se alojen en las casas de la gente o en las escuelas. Lo grave no es sólo que puedan ser atacados y estén en peligro las vidas de quienes pasan por allí, sino que los hombres armados involucran a la gente en sus actividades.
“Si van a pelear, que se vayan para las montañas, donde no haya tantas casas ni tantos niños”, dice un indígena que tuvo que desplazarse a un refugio.
Particularmente, se ha denunciado que niños y adolescentes son utilizados como correos humanos. Cualquiera de los bandos les asignan la tarea de hacer vigilancia y advertir la presencia de su enemigo, algo que los convierte a menudo en blancos de venganzas.
Ya se han presentado muertes de jóvenes como consecuencia de esa estrategia. Por ejemplo, el pasado 17 de enero, en la vereda Cima, de Corinto, fue muerta Sara Beatriz Pete Taquinas, de 12 años y estudiante de la escuela Villa del Rosario. Su hermana fue herida en el mismo ataque.
Así se viven los enfrentamientos que en los últimos días azotan el norte de Cauca. El Gobierno tiene como estrategia atacar militarmente, y la guerrilla mantenerse en el territorio que ha ocupado durante años. Los más afectados son los campesinos que han tenido que irse o aprender a vivir esquivando la muerte.